24 de noviembre de 2009

PRIMER ANIVERSARIO DEL BLOG


La Feliz cumple un añito de vida. Sí, señores. Un año ya, pero mirá vos, si parece que fue ayer, cómo crecen los chicos, en cualquier momento te cae con novio, etcétera, etcétera. Créase o no… mi blog, y yo como blogger, cumplimos un año. Cumpleaños virtual pero cumpleaños al fin y hay que celebrarlo.


¿Fiesta o viaje? se cuestiona la quinceañera indecisa. ¿Celebración o fiesta? me pregunto yo, más propensa a la disquisición filosófica que a la cosa práctica. ¿Comemos o no comemos? preguntan mis hijos y mi marido, plato y tenedor en mano.


Pero, momentito, paren el mundo por un rato, que la ocasión amerita el debate sobre esta y otras cuestiones aparentemente menores. Y les digo por qué: porque entre la celebración y la fiesta se da una relación equivalente a la del fondo con la forma. ¿No les dije? Filosofía pura.

La celebración alude a cierta predisposición “álmica”, como decía Macedonio Fernández y la fiesta viene a ser la expresión de ese espíritu. Todo irá bien mientras ambas estén en equilibrio y si no, bueno, ya se sabe: comienzan algunos de los eternos conflictos que sobrevienen cuando fondo y forma se desarmonizan.



La vida es una fiesta



Por estos tiempos es muy popular la fiesta loca y casi todo el mundo aspira a tirar la casa por la ventana hasta en ocasión del cumplemes del pececito del nene. La sana y loable aspiración de agasajar a los seres queridos convidándolos con lo mejor de la propia cosecha ha sido reemplazada por cierta obsesión por la bacanal, incluso entre los espíritus sencillos. Y con tal de que no falte caemos en la desmesura de comer hasta el hartazgo, beber hasta la inconciencia y gastar hasta el último centavo.
De unos años a esta parte todos los cumpleaños son como fiestas de quince, las fiestas de quince parecen casamientos y los casamientos emulan la entrega de los Oscars, con alfombra roja, números en vivo y hasta maestro de ceremonias.
Fiel a su propósito, la mercadotecnia del fiestononón instaló una variedad inabarcable de productos y rituales destinados a traicionar el espíritu celebratorio: desde el papel picado hasta la ceremonia de las quince velas, pasando por los videos con exteriores, los globos inflados con helio, el glitter, la torta con cintitas (en las últimas décadas desplazada por algo aún peor: los copones con cintitas), el revival de los miriñaques, las fotos con efecto y el insufrible “Meneaíto”.



¿Bailamos?



Como fideos sin queso, como amor sin besos, como mañanas sin sol… así son las fiestas sin baile. Porque bailar es una de las formas más hermosas de expresar el amor y la alegría.


Y aunque no hace falta ser Julio Bocca para disfrutar de una noche de ritmo, están quienes mueven sus cuerpos con cierto respeto por las leyes de la dinámica y los otros, seres a quienes quizás les falte alguna conexión entre el oído y la musculatura.


Mi marido, por ejemplo, pertenece a la estirpe de los pataduras. No hay manera de hacerlo quebrar la cintura. Embebido de clima festivo (y de algunas otras cosas) puede llegar a jugarse con movidas audaces como sumarse a un trencito, enrollarme en su brazo para hacerme girar, o ser el férreo sostén de un túnel que atravesarán, divertidísimos, la cumpleañera y su padrino. En la cumbre de la fiesta puede llegar incluso a proponerme que vayamos juntos a aprender a bailar tango. Pero, invariablemente, lo olvidará al día siguiente.
Lo más triste es que, con los años, me he ido acomodando a sus movimientos y poco a poco compruebo que los míos son cada vez más pobres. Que una no sería Thalía pero bailando se defendía, y ahora…
En la vereda opuesta están los aparatosos, aquellos que aman ser el centro de la ronda y no dudan en sumarse a la danza de los recién casados para un original vals en trío. Su momento de gloria suele darse al ritmo de la música disco de los setenta (se descamisan a lo John Travolta), la lambada y los acordes de “¿Qué tendrá el petiso?”.
Justamente en una fiesta yo pensaba el otro día, qué bueno sería ser presidenta de Sadaic y extraviar disimuladamente y sin posibilidad de retorno el archivo con los discos de reggaeton editados en el país y, por las dudas, en toda América. O mejor aún, llegar a la presidencia de la Nación para firmar el más delicioso de los decretos: el que prohíba la circulación, difusión y propagación de cualquier material discográfico conocido o por conocer, escrito, editado y/o interpretado por Ricardo Arjona y, por supuesto, su ingreso al país.
En fin, soñar no cuesta nada.

Seguiría hasta  agotarlos con esta reflexión tan fiestera pero, con dolor en el alma, debo dejarla aquí; es que tengo una cita impostergable con la party planner.
Muchas gracias a todos por acompañarme en este primer año, los invito a sumarse a la encuesta. Levanten las copas, chin chin y que siga el baile.





17 de noviembre de 2009

HERMANO SOL

Arriba el Sol, aquí la vida, una canción
y un poco de satisfacción
Miguel Mateos


El Sol está ahí, aunque no lo veamos. Una estrella silenciosa de más de cinco mil millones de años, que a modo de gran computadora cósmica emite su magnetismo y controla las órbitas de nueve planetas y miles de cuerpos celestes.
El Sol interviene en las glaciaciones, regula la presión atmosférica de la Tierra, la cual a su vez determina la meteorología y hasta los terremotos. Es una central nuclear de fusión en la que el hidrógeno se convierte en helio. Su temperatura es mayor que la de una bomba atómica: unos 6000 grados en la superficie y 15 millones en el núcleo.
Y, por todo eso, vivir sin él sería imposible.

Verás la luz

Hace poco más de un mes mi marido escuchó en la radio la invitación a una charla que, sobre los poderes curativos del sol, se hacía en los salones de una librería muy importante de Mar del Plata. Qué razones lo impulsaron a pasar por la librería y reservar dos entradas es un misterio que aún no consigo dilucidar. Pero allá fuimos.
El salón estaba repleto. Al frente, el orador, un hombre de unos setenta años y su traductora. Supe al verlo que aquel hombre era hindú: piel tostada, mirada inteligente, sonrisa serena y un inglés no very british que de entrada me cayó simpático.
Debo confesar que al principio tuve mis reparos y el temor de haber caído en un antro new age en el que querrían ofrecernos la vía de escape a la hecatombe anunciada por los mayas para 2012 (todo a la venta en prácticos frasquitos, pagaderos con Visa).

Sin embargo, el discurso de Hira Ratan Manek (efectivamente, nacido en Bodhavad, India, en 1937) destila sentido común y su propuesta es de una sencillez apabullante: la cura a los males del hombre posmoderno, dice, pasa por poner sus ojos en lo alto. Literal y figuradamente hablando.


La técnica de Sun Gazing que Hira Ratan Manek practica, recomienda y difunde puede explicarse en muy pocas líneas: consiste en mirar el Sol en un horario seguro (hasta una hora después de su salida y desde una hora antes de su puesta), el primer día diez segundos, veinte segundos al siguiente, treinta el tercero y así sucesivamente. No es una práctica que tenga que realizarse durante toda la vida. Sólo se realiza como máximo durante un período de 270 días (hasta llegar a un tope de 45 minutos), consecutivos o no.


Así como los vegetales se alimentan de sol y minerales a partir del proceso de fotosíntesis, Manek sostiene que a través del Sun Gazing los hombres podemos cargarnos de la más potente de las energías de la naturaleza obteniendo “salud perfecta para mente, cuerpo y espíritu”.


Los beneficios posibles no son nada desdeñables: “se experimenta un incremento de la memoria y de la inteligencia. El proceso de envejecimiento se hace más lento, disminuyen el apetito y el cansancio, se aligera el metabolismo y el cuerpo se predispone a la meditación y a la oración”.
“Después de los primeros tres meses, las personas notarán cambios en su salud psíquica, a los seis meses se evidenciarán las mejoras físicas” sostiene Manek y agrega: “a esa altura todas las células del cuerpo empiezan a almacenar energía del Sol. Se convierten en células fotovoltaicas; son como un panel solar”. Finalmente, transcurridos nueve meses, se obtendría también la salud espiritual.

A lo largo de la charla Hira Ratan Manek hizo hincapié en tres aspectos, a mi juicio, fundamentales: en primer lugar el Sun Gazing no es un rito de tipo religioso sino una terapia apta para personas de todos los credos e, incluso, para incrédulos. Segundo, él no se presenta a sí mismo como un gurú a quien seguir sino, simplemente, como quien difunde la técnica. Y en tercer lugar: la práctica de Sun Gazing es absolutamente gratuita y no requiere de libros, pirámides, sahumerios, CDs ni aceites esenciales.

Salir al Sol

Durante siglos la humanidad ha profesado su admiración por el astro rey, fuente generosa de luz y calor, dos elementos claves para la vida de todas las épocas.
No fueron pocas las culturas que vieron en el Sol la máxima expresión de la deidad: egipcios, mayas, incas. Los griegos lo veneraron a través de la figura de Apolo. El saludo al Sol que se practica en Yoga es una antiquísima costumbre india que originariamente se realizaba al amanecer, es decir, en el mismo horario de “sol seguro" que propone Manek para su Sun Gazing. Y el propio Jesús se definió a sí mismo diciendo “yo soy la Luz del mundo”.
Ya en el siglo veinte, y durante décadas, los médicos prescribieron baños de sol como terapia para numerosas dolencias. Ha sido en los últimos años, a partir del agujero en la capa de ozono y la amenaza del cáncer de piel, que nos hemos vuelto muy aprehensivos respecto del Sol. Sin embargo, no son pocos los científicos que sospechan que quizás habría que revisar algunas cuestiones sobre los efectos benéficos de la luz solar y el peligro de una reclusión abusiva.(1)
Hira Ratan Manek lleva tiempo difundiendo su técnica y miles de personas en el mundo ya practican el Sun Gazing y aseguran haber mejorado su calidad de vida. Muchas de ellas hacen caso omiso de sus advertencias y van más allá: viven el Sun Gazing como un culto y veneran al hindú como a un líder religioso. Pero esta es una cuestión que, intuyo, tiene que ver con el síndrome de orfandad espiritual, tan común en nuestros días.


Sin caer en exageraciones, creo que puede ser válido tomar algunos aspectos de esta propuesta. No se trata de ver en el Sol a un ser digno de adoración pero sí quizás volver a mirarlo como lo que realmente es: parte fundamental de una Creación maravillosa que Dios puso a nuestra disposición para que nos sirvamos de ella. En este sentido creo que vale la pena el esfuerzo por armonizar con la naturaleza como una manera de cultivar la vida.


Además, con el verano tocando la puerta ¿por qué no intentarlo? Al menos en honor de aquello que decían las abuelas: “donde entra el Sol, no entra el médico.”

Para más información sobre la técnica de Sun Gazing
http://www.hrmargentina.com.ar/


(1) El más citado por HMR es el inglés Richard Hobday, doctor en ingeniería quien dicta conferencias sobre el tema en universidades y foros científicos de Europa en los que advierte sobre las posibiliddes de aprovechamiento de la luz solar. Hobday es el autor de The Healing Sun (El sol que cura: luz solar y salud en el siglo XXI).