23 de agosto de 2010

ES LO QUE HAY

Parejita jovencísima, ambos de menos de veinte años. Ella es diminuta, tiene cuerpito de nena y pelo hasta la cintura. Él es un típico adolescente desgarbado, flequilludo y muy flaco. Desde que subieron al colectivo ella no disimula su fastidio; él la mira con gesto casi bovino.

- No podés viajar en esto, está repleto de gente, te morís de frío esperándolo ...
- Y, qué querés, es lo que hay...
- Decile a tu papá que te compre una moto, si él tiene plata. Mi prima se compró una y le dieron como cincuenta cuotas.
- Pero en la moto también te morís de frío.
- Si la comprás ahora te la dan para cuando empieza el calor, después la vendés y con lo que juntás en la temporada, la cambiás por un auto...
- Y, no sé, qué sé yo...
- Es lo que hay, qué sé yo,... no podés estar siempre así, como resignado...

Delicias de la vida urbana, a una le toca ser testigo involuntaria de peleas, discusiones, romances apasionados, encuentros casuales, espectáculos gratos y otros no tanto. No hay reality show como la calle.
Me bajé antes que ellos pero no pude evitar quedarme pensando. De alguna manera me sentía interpelada por el discurso de aquella chica. Así, mientras recorría las cinco cuadras que me separaban de mi destino me planteaba: utilizar el transporte público ¿me convierte en una “resignada”? ¿Por qué nunca en la vida se me ocurrió comprarme una moto? ¿Por qué ahora, que ya se me ocurrió, tampoco la quiero?

Y ya en terreno más especulativo: acomodarse a “lo que hay” ¿será siempre señal de conformismo? ¿Manipular la escasez es siempre administrar miseria?

Quizás porque en mi historia hay pinceles reciclados con pelo de mi hermano, capitas de lluvia hechas con bolsas (de las grandes) del Supercoop y un Fiat 600 que alguna vez anduvo a fuerza de dulce de membrillo es que me resisto a creer que sea así. Por el contrario, pienso que improvisar con lo que hay a mano puede ser una manera sabia de adaptarse a las circunstancias. Y hasta una gambeta piola al mandato consumista.

El anhelo de más es intrínseco a la naturaleza humana. Y la publicidad lo explota hasta la desmesura. Sin embargo el exceso de afán progresista (del que, en su justa medida, no reniego) nos lleva a perder de vista la riqueza de los recursos disponibles.
Y no se trata sólo de consumo, sino de una manera de encarar la vida.
Una amiga mía, que combina la aptitud para la venta directa con la habilidad para la cocina fácil y rica, solía adaptar recetas tradicionales a los ingredientes que tenía en la heladera usando una regla de oro: si no hay, no lleva.
Claro que eso puede significar desafiar el canon y además de sentido práctico hace falta apertura, mirada atenta y un ideario ecológico. A las famosas “tres R” de reciclar, reducir, reusar yo le agregaría la r de repentizar, es decir, hacer lo mejor posible con lo que hay.


Sería interesante hacer la prueba y dejarse invadir por el espíritu de MacGyver, capaz de abrir puertas blindadas con un chicle y una invisible para el pelo.
En el mejor de los casos quizás podamos reconciliarnos con nuestras propias limitaciones. Aunque yo me conformaría con que se note en el próximo resumen de la tarjeta de crédito.

Mafalda  09 - Quino