26 de marzo de 2009

LA CIUDAD DE A PIE

La figura del caminante suele asociarse con la del que
busca, el que explora, el que recorre. Caminante que hace camino al andar como
dice Machado y canta Serrat. Asociamos caminar con avanzar y, de alguna manera,
con crecer, desarrollarse, moverse… Caminar como la opción para salir de la
quietud y burlar a la muerte.
Pero en su acepción más pedestre - permítanme
el juego de palabras - caminar es ni más ni menos que trasladarse.
Originalmente caminar era el único medio que el hombre primitivo tenía para
acceder a su alimento, huir del peligro, acercarse a los cursos de agua. En
nuestro sedentario siglo veintiuno la mayoría de las personas hace todo eso en
auto, avión, colectivo, motocicleta o llamando por teléfono a algún delivery.
Caminar, en cambio, ha ascendido a la categoría de deporte.


A paso firme

Deporte democrático si los hay, apto para todas las edades y contexturas físicas, caminar no requiere de habilidades especiales y cualquiera puede acceder a la condición de caminante sin desembolsar un solo peso ni llenar ninguna ficha de admisión.
Claro que, marketing mediante, los industriales del fitness no tardaron en desarrollar un sinfín de “accesorios” que, según parece, lo convierten a uno en un caminante deportivo de verdad. En general son cosas lindas y útiles que aportan comodidad a la práctica de esta actividad tan ponderada por sus beneficios para el cuerpo y la mente. El problema con los accesorios surge cuando se los combina en abundancia, pudiendo rozar el límite de lo grotesco. Ustedes saben de qué hablo: zapatillas con súper suela y cámara de aire, más calzas, más zoquetes, más remerita dry fit, más bolsita “riñonera” de primera marca, más vincha, más gorra y/o visera, todo eso junto, más la botellita de agua en la mano. Andar liviano, reza la consigna.
Más allá de mis críticas al uniforme, el hecho es que el de los caminantes deportivos es un grupo en auge. Una buena noticia, que nos habla de que en nuestras ciudades cada vez más gente elige cuidar su salud y recuperar el contacto con la naturaleza. Porque, claro, los caminantes deportivos no circulan por la urbe así nomás, sin ton ni son. Tienen circuitos bien definidos, casi siempre cercanos a los sectores de la ciudad donde la belleza natural se deja ver con más esplendor: parques, plazas, paseos, costaneras de ríos… Y si viven, como yo, en Mar del Plata, su elección resulta obvia y comprensible: pocas actividades tan energizantes y a la vez relajantes como caminar contemplando la orilla del mar.

Y otro poquitito a pie

Aunque celebro la consagración de la caminata como actividad física organizada he de confesar que no soy de sus más fieles cultoras. Algún que otro paseo ocasional por la costa no me habilita para definirme como caminante deportiva.
Sin embargo, desde hace varios años, camino un promedio de tres kilómetros diarios todos los días. Eso sí, vestida con ropa de calle, como decía mi abuela y desafiando uno a uno los mandatos saludables: no recorro escenarios bucólicos sino las calles del micro y el macro centro, calzo tacos altos (botas o sandalias, según la época), hablo por teléfono, me detengo a mirar vidrieras y cargo unos cuantos kilos de papel en el bolso que llevo al hombro.

Debo aclarar algo: lo mío no obedece a ningún fanatismo o posición “anti progreso”; no tengo nada en contra de los automóviles. En estos tiempos que corren alocadamente, elegir un medio de locomoción un poco más ágil que las propias piernas no resulta ninguna extravagancia sino más bien la respuesta más sensata a la demanda creciente de compromisos con horario de vencimiento.
Lo mío con la marcha pedestre, como suele decirse hoy en día, se dio. La naturaleza teje sus hilos y de alguna manera nos abre o cierra puertas: desde que nací sufro de una afección a la vista que, sentada al volante, me convertiría en un “peligro constante”. O al menos de eso me fui convenciendo con los años y ahora sería incapaz de superar el miedo al desastre.
Además cuando empecé a trabajar con mi marido en el tema de los seguros todavía vivíamos en el centro y las distancias entre las distintas compañías con las que operamos eran relativamente cortas y… así fue que sucedió: cinco cuadras por allá, doce por acá, más doce de vuelta y otras seis para este lado. Eureka, muchacha, has superado los tres kilómetros!!!

El camino de la vida

Caminar ya no por el placer de caminar o para reducir el colesterol sino para pagar los impuestos, presentar la solicitud de un nuevo seguro o depositar el dinero de las pólizas en la cuenta de la compañía. Caminar para hacer las compras, para llevar a la nena al jardín o dejar las frazadas en el lavadero. Eso hacemos los que integramos el grupo de los caminantes civiles.


Claro que, de paso, si se fortalecen las piernas o se baja la pancita, en buena hora. Sin embargo, cuando he comentado que trabajo caminando y que algún beneficio debe traer esto para el cuidado de mi cuerpo, los puristas del deporte me han mirado casi al borde del escándalo para acabar señalando que así, a lo hereje, sin calzas, sin zapatillas y mirando vidrieras “no es lo mismo”.

Y tienen razón: un caminante civil no es lo mismo que un caminante deportivo. Aún corriendo el riesgo de exagerar me atrevería a decir que andar por la ciudad de a pie (y hacerlo en forma habitual, se entiende) genera una cosmovisión diferente y que los caminantes civiles presentamos algunos rasgos de personalidad que nos distinguen del resto:
- En principio, hay que reconocer que quienes nos movemos por la vida sobre nuestras piernas solemos padecer de cierta estrechez de horizontes. Y es comprensible: no se puede aspirar a ser ciudadano del mundo y pretender recorrerlo caminando. Más amigos de lo próximo que de lo foráneo, en esta tribu urbana abundan los vecinalistas y los folkloristas, los cultores del barrio y del espíritu criollo.
- Otra cuestión que suele caracterizar al grupo es cierta escala de valores ad hoc en la que el punto positivo estaría dado por lo cercano y el punto negativo por lo lejano. En otras palabras, lo bueno, si cerca, dos veces bueno. Criterio que suele primar al momento de elegir centros de compras, prestadores de servicios o espacios recreativos.
- Gente con cierta dificultad para la maduración, los caminantes civiles solemos derrochar tiempo en actividades lúdicas ya pasadas de moda como caminar sin pisar las líneas entre baldosa y baldosa, subirnos a las verjas, correr carreras con otros transeúntes (que ni siquiera se enteran) o apurar el paso para ganarle al semáforo.
- Salvo en casos extremos (el ala purista del grupo) los caminantes de la ciudad somos gente flexible y no masticamos vidrio: cada vez que podemos o necesitamos usamos del transporte público, las bicicletas y los automóviles de familiares y amigos.
- Quisiera poder decir que además, los peatones somos más respetuosos de las normas de tránsito que los conductores de vehículos pero lamentablemente no es así. Argentinos al fin, nos cuesta horrores mirar a ambos lados antes de cruzar, hacerlo por las sendas peatonales, respetar los semáforos en rojo y esperar con paciencia nuestro turno. En este sentido sería importante tomar conciencia de que justamente somos los peatones los principales damnificados del caos que provoca nuestra falta de cumplimiento de la ley. De acuerdo a las estadísticas oficiales, casi la mitad de las víctimas fatales en accidentes de tránsito son peatones.
[1]

En fin, con luces y sombras, con cochecitos de bebés y con carritos para las compras, con apuro o sin apuro, caminando realizamos, aún sin saberlo, el más básico ejercicio de ciudadanía: el de la apropiación del espacio público. El espacio que es nuestro y que si desconocemos difícilmente podamos valorar y cuidar.

Por eso, la próxima vez que se les rompa el auto, salgan a caminar un rato y prueben a hacer sus cosas recorriendo las calles del barrio o del centro. Difícilmente puedan cumplir con su agenda del día y es muy probable que terminen rendidos de cansancio pero se van a divertir como locos esquivando regalitos de mascotas, baldosas rotas y puestos de venta ambulante.
Y a lo mejor hasta consigan alguna pichincha…


CAMINE, SEÑORA, CAMINE!!!


1. Accidentes de tránsito: 44,5% de los muertos son peatones. Según estadísticas oficiales, casi la mitad de la gente que murió el año pasado por accidentes de tránsito en la Capital eran peatones. ...www.clarin.com/diario/2009/03/16/laciudad

12 comentarios:

Unknown dijo...

Me gustó mucho. Creo que también el mundo se ve diferente andando en auto. Todo se ve más rápido, más a primera vista. También se ve distinto desde una 4x4 desde más arriba. Todo se ve según el color del cristal con el que se mire...

Marta Luz López Villada (Maty) dijo...

Sole, una vez más, felicitaciones, me has hecho reir terriblemente, con la cuestiòn infantil y lúdica me siento identificada. Bueno, yo era únicamnete una caminadora civil, por mi actividad laboral camino bastante, con valija en mano, muestras médicas, literaturas y todas estas cuestiones que llevamos los visitadores médicos en general. Y digo era, con orgullo de no serlo más, porque hace un tiempo, te diría desde enero, camino por donde estoy, si es de veraneo, descalza y casi sin equipo más que un pareo y lentes de sol o en mi barrio ya con todo el atuendo, salvo la vicera, que me falta y en cualquier momento adquiero. Trato de no ir sola y como mi marido no me sigue en esta cruzada, después de miles de sacrificios que ha hecho por seguirme, no le gusta, trato de ir en compañía de alhuna amiga o vecina, asunto que tampoco es muy fácil ya que hay que coincidir estar al pedo a la misma hora. Otras veces, mejor dicho, cuando estas salidas se frustran, tomo mi bici fija y le doy 30 minutos dos o tres veces por semana, que es un poco embolante porque ahí si que el sentimiento de NO llegar a ningún lado, se marca con total crudeza.
Espero que el frio que se avecina se haga amigo como esas buenas amigas que un tanto advenedizas a veces, me acompañan en algunos de mis recorridos.
Besos y más besos y espero que no le merme a usted la musa ni a mi las ganas de recorrer paisajes o plantarme frente a la tele con mi fija amiga, la bici.
Maty López Villada

Sole dijo...

Amigos advenedizos no te van a faltar, y yo, tu amiga del alma, te voy a regalar la visera.

Paz dijo...

UN POCO CAMINANDO Y OTRO POUITITO
¡en auto!

Anónimo dijo...

Sole querida! está muy buena esta idea que has tenido de ponerte a escribir. La apoyo y prometo duvulgar esta pág. Muy Bueno!!

Recién logro hacerme un tiempito y entrar a ver. Me has hecho reir mucho.
Muchas de las cosas que escribis parecieran ser un fiel reflejo de cosas que me suceden a menudo.......

ESPECTACULAR!

Te mando un beso dese la Docta! y otro ENORME a esa hermosa familia.Elvi f.a.

Fernando (Chipi) dijo...

Mejor que caminar es correr, lo cual en mi caso es obligatorio para contrarrestar mi gula inmanente...
besos

Romi dijo...

Me encantó!Estoy tratando de convertirme en caminante deportiva, mi panza lo está necesitando.
Te quiero y espero ansiosa el próximo tema.

paz dijo...
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Julia dijo...

Sole querida: muy pero muy bueno tu artículo, que mas que un artículo puedo decirte que lo vi ciomo una experiencia de vida que estás contándole o todos tus contactos. A mi me llegó y muy profundamente. Yo camino y mucho, no sólo por el deporte que eso significa sino también por todas las cosas que trae aparejadas una caminata, como por ej. (en mi caso) recuerdo canciones con sus letras ya un poco olvidadas, organizo mi día ya que mis caminatas son tempranas, a veces rezo ya que es el momento en el que más puedo concentrarme, y sobretodo disfruto de mi soledad. Sin duda que hay muchas otras cosas que ahora no me vienen a la mente pero me encanta caminar. También lo hago cuando salgo a hacer trámites por la villa por supuesto, pocas veces uso el auto. Nuevamente muchas felicidades con ésto y seguí contándome que me gusta. Besos

Anónimo dijo...

Hola Sole querida! Este blog desafia tantos calendarios paralelos! Es como tenerte al lado tomando esos cafecitos inquietos (algun dia aprenderas a quedarte un ratito sentada?) con charlas absolutamente discontinuas y perfectamente entrelazadas (cuestion de genero…). Respecto al tema… en el pasado confieso haber tenido grandes reservas y profunda desconfianza en las personas que caminaban… no pueden correr? Por que no hacen actividad fìsica en serio? que tiene de divertido y/o digno apurar el paso alocadamente? Cual fanaticos del cine mudo, pero sin trama ni gestos elocuentes, silenciosamente, me declaraba lejos de tal grupo, incomprensible, para mi hasta este momento. Como siempre! La vida tomo cartas en el asunto… y humildemente he tenido que recorrer la senda peatonal no solo encontrando sentidos, sino fragmentos de historias, vidas y realidad. A veces la belleza me sorprende, a decir verdad, me sobrepasa, de la mano de una señora de unos ochenta y pico que lleva la vida con una soltura que los mas jóvenes siquiera rozamos. Otras veces, el ímpetu y sueños casi me arrollan. O las charlas que por segundos se escurren en el parque nos dejan con una sonrisa pensativa o profunda tristeza. Y si, tengo que caminar, si o si, al menos tres veces por semana, con mi enorme panza de ocho meses… una cita obligada con mi cuerpo y mente… intentando encontrar el famoso equilibrio. Asi que… nos vemos en la plaza de Arquello!!!!
Lamoni

Anónimo dijo...

Sole, una vezz mas me encanto, la verdad es que yo camino todos los dias, una hora con otras tres mujeres, en mi barrio y ya es una adicion, no solo por lo fisico, sino por lo espiritual, porque nos desconectamos con todo y logramos relajarnos. te quiero mucho Xime

Sole R dijo...

Muy, muy bueno. Hasta me dieron ganas de caminar.

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