Desde siempre me transmiten belleza y calidez, me hacen sentir cuidada y orgullosa de ser quien soy, de estar donde estoy, de vivir este aquí y este ahora.
Es un lugar común que circula por ahí que los argentinos sólo nos embanderamos para los mundiales. Creo que quizás nos estaban faltando más ocasiones para llevar con alegría nuestros colores
Por eso quiero agradecer a los organizadores de los festejos del Bicentenario por vestir con ellos los pueblos y ciudades. A los comercios que llenaron de celeste y blanco sus vidrieras. A la gente que no le tuvo miedo al chauvinismo y ostenta (todavía) la escarapela de mayo en su solapa. A quienes fueron por más y colgaron la bandera en la ventana. O en la luneta trasera del auto.

A Paz que el día de la Bandera les prometió fidelidad.
Y a Octavio, que fue elegido para escoltarla en el acto del jardín, representando a la salita de tres.
A los soldados de Malvinas que los defendieron con la vida.
A Manuel Belgrano, por el legado.
Por el celeste y el blanco, a todos, muchas gracias.